Y sí! somos el reflejo de las historias vividas y muchas veces nuestro lenguaje corporal grita lo que las palabras ocultan. Es todo una cuestión de actitud!
En este sentido, me refiero a lo que proyectamos, a lo que reflejamos a diario.
No se trata de atuendos lujosos o de fashion styles, se trata de cómo lo llevamos y qué queremos expresar.
Muchas veces no es tan simple maquillar heridas y salir sonriendo al mundo y en ocasiones, nos dejamos invadir por emociones complejas o ancladas al pasado que ningún outfit puede disfrazar.
Y ¿entonces? ¿Cómo superar lo que siento para conciliar lo que quiero lograr?
Muchos estudios han demostrado que el cerebro se entrena para lograr disciplina y desarrollar las habilidades necesarias para alcanzar lo que deseamos.
El cerebro está diseñado para cambiar y reorganizarse de acuerdo a las experiencias y así, como las emociones hostiles bajan la energía e influyen en el lenguaje corporal, las afirmaciones positivas permiten autogestionarnos y transformar la manera en la que percibimos e interactuamos con el entorno.
Las afirmaciones positivas deben estar alineadas con nuestros propósitos. Por ejemplo: “Hoy será un gran día”, “Tengo las herramientas para conseguirlo”, “Esto es sólo un momento”, “Voy a lograrlo, paso a paso”….
No es mágico ni superficial, es una manera de concebir la vida y continuar hasta lograr conseguir lo que anhelamos. Si a cada día lo planteo con un objetivo positivo y concreto, el cerebro comienza a generar nuevas reacciones activando regiones y estructuras neuronales que permiten desarrollar una mentalidad positiva, de crecimiento y a derribar barreras negativas.
Así creamos nuevas conexiones neuronales que, cuanto más lo repitamos, más lo pongamos en prácticas, serán cada vez más duraderas las reacciones positivas que lograrán crear nuevos patrones de comportamiento.
Este entrenamiento cerebral, se acompaña también con un entrenamiento de la actitud. Es necesario vernos bien para sentirnos mejor, por lo que es muy importante, por ejemplo, utilizar prendas con colores que nos generen bienestar, aromas que nos transmitan calma y frescura, ordenar el espacio cotidiano externo para reflejar orden en nuestro espacio interior.
Tenemos que convencer al cerebro que somos mucho más que aquello que, por ahora, nos tiene alborotadas.