Nacido un 11 de mayo de 1826 como hijo de Santiago Esquiú y María de las Nieves Medina, en Piedra Blanca, provincia de Catamarca, estoy presentando a un hombre que marcó desde los hábitos religiosos una parte importante de nuestra historia, me refiero a FRAY MAMERTO ESQUIÚ.
Una emotiva y conmovedora parte de esa historia nos ilustra cómo llegó a vestir los atuendos de sacerdote. En el año 1831 el niño Mamerto se encontraba muy enfermo, con riesgo de vida, su madre en la desesperación hizo una promesa “vestir a su pequeño hijo con el hábito de San Francisco todos los días que durara su corta vida”. Como carecía de dinero para comprar la tela correspondiente, recurrió al padre franciscano que lo había bautizado y le pidió un hábito viejo que ya no usara para refaccionarlo y así pudiera usar el hijo enfermo. Este fue el primer hábito del futuro sacerdote que utilizó desde los 5 años de edad hasta su muerte.
La providencia lo consagró al servicio franciscano. Esquiú fue un enamorado de la vestimenta de los hijos de San Francisco de Asís, que no dejó de usar ni aun siendo obispo, el mismo lo decía “Soy tal vez el único mortal que no ha llevado sobre sus carnes otra vestimenta que el hábito de San Francisco. Lo he llevado toda mi vida y espero ha de ser la última mortaja que cubra mis despojos después de mi muerte, todo lo que soy y lo que valgo, si es que valgo alguna cosa, lo debo, después de Dios, al hábito de mi padre San Francisco”.
El 31 de mayo de 1836 ingresó al convento de San Francisco, doce años más tarde, el 18 de octubre de 1848 y cuando su madre ya había fallecido fue ordenado sacerdote. En 1853 con motivo de la promulgación de la constitución, pronunció el memorable discurso por la paz y el progreso que fue publicado por disposición de las autoridades nacionales. Un fragmento de ese discurso dice:
¡Argentinos! Es por esto que el encontrarnos en la solemne situación de un pueblo que se incorpora, que se pone de pie para entrar dignamente en el gran cuadro de las naciones, la religión os felicita y como suyo vengo a saludar en el día más grande y célebre, con el doble ganador de lo pasado y de lo presente, en el día que se reúne la majestad del tiempo con el halago de la esperanza”.
El 12 de diciembre de 1880 fue designado Obispo de Córdoba, en su breve homilía de asunción en la catedral, demostró una profunda humildad y sinceridad, prometiendo dedicarse por entero al servicio. Dijo entre otras cosas “Me gusta la soledad y una vida retirada, sin embargo, mientras tenga fuerzas me verán siempre inquieto de una u otra parte, solícito del bien de todos”. Cada mañana celebraba misa, en la cárcel, asilos de mendigos, en los hospitales, prestando mucha atención a los más necesitados.
Muy enfermo falleció el 10 de enero de 1883 en la posta “El Suncho” provincia de Catamarca, causando gran conmoción en todo el país que fue testimoniado por la prensa. Una de ellas “El Eco de Córdoba” publicaba “Ha muerto no sólo un gran pastor sino un gran hombre, que iluminó con su prodigioso talento y con la luz de sus conocimientos profundos el claustro, la cátedra sagrada. El humilde entre los humildes que vivía más humilde aún, ha expirado en un lugar humilde, solitario, privado de todo recurso, rodeado por el misterioso silencio del desierto”.
Fray Mamerto Esquiú fue decretado beato por el papa Francisco el 19 de junio de 2020. Cada 10 de enero, fecha de su paso a la inmortalidad, se rinde homenaje a su santa figura. Amén.