Durante toda nuestra educación escolar, a través de los libros de historia aprendimos que el General Dr. Manuel Belgrano al frente del Ejército del Norte, sabiéndose inferior en cuanto a tropas las cuales estaban bastante maltrechas, al ser informado que el enemigo avanzaba peligrosamente sobre Jujuy, decidió retirarse hacía Tucumán, ordenó a los ciudadanos abandonar la capital llevándose solo lo necesario y quemando todo a su paso, desde viviendas hasta las cosechas, envenenado el agua y llevando todo el ganado que pudiera servir para alimento del enemigo, esto fue llamado “Operación Tierra Arrasada”, el objetivo era dejar sin agua ni alimentos a las tropas enemigas para retrasar su avance y poder alcanzar Tucumán, a este operativo estratégico se lo denominó “Éxodo Jujeño” y se concretó el 23 de agosto de 1812.
Sin embargo, casi nunca se menciona o tal vez se desconozca que hubo un segundo Éxodo, cuyo valor fue tanto o más importante que el primero, se llevó a cabo el 16 y 17 de enero de 1814, otra vez la ciudad quedó totalmente vacía.
El ejército realista al mando de Joaquín de la Pezuela avanzaba sobre Salta y Jujuy, en esta última provincia, con la valiente y activa participación de Manuel Dorrego, se preparaban para entorpecer el accionar del invasor. La cuestión era compleja, los varones en gran número habían partido a la vanguardia de la columna patriota al mando del Coronel Máximo Zamudio en enero de 1814, por lo tanto el segundo éxodo tuvo una activa participación femenina.
La diferencia es que en 1812 el Ejército y el pueblo se alejaron de la capital rumbo a otra Provincia, en este de 1814 las milicias populares permanecieron en los alrededores, ocultándose en cerros o estancias, estos milicianos bien montados y adiestrados, atacaban hostigando permanentemente al enemigo para luego desaparecer, acciones que dieron origen a las llamadas “guerra de guerrillas” o “guerra gaucha”.
Las mujeres por su parte permanecían en la ciudad o bajaban de sus escondites para cocinar y atender a los invasores, realizando una suerte de espionaje obtenían información importante que era enviada a las milicias combatientes. De la Pezuela en sus memorias escribió “Esas mujeres todas indias y cholas les guisaban a usanza papas, chuños y maíz”, lo que no conocía el español era todo el entramado estratégico tras aquellas atenciones.
Las tropas de Belgrano se retiraban hacía Tucumán protegidas por el heroico accionar de Dorrego y sus milicianos, pero con un aporte supremo de las mujeres retrasando el avance enemigo. Llegado Belgrano a Tucumán, hace entrega del mando del Ejército del Norte al General San Martín, allí comenzaría otra página de la historia.
Las mujeres tuvieron una trascendental participación en la gesta libertadora, no solo porque muchas “parieron” a los valientes que la llevaron a cabo, sino exponiendo su honor y sus vidas al servicio de la Patria, vidas que en algunos casos terminaron sacrificando.