Somos seres emocionales que razonamos, Maturana (1991) plantea que «todas las acciones humanas se fundan en lo emocional, independientemente del espacio operacional en que surjan, y no hay ninguna acción humana sin una emoción que la establezca como tal y la torne posible como acto».
La educación emocional es quizás, una de las más importantes tareas pendientes en nuestra sociedad. Los niños llegan a la escuela desde muy temprana edad, y tenemos la tarea de diseñar estrategias de prevención para poder vivir en una sociedad alfabetizada cognitiva y emocionalmente.
Si los aprendizajes dependen de las emociones entonces hay que entender cómo funcionan éstas en este proceso.
El clima del aula es el factor que más explica las variaciones en el aprendizaje, dando cuenta de por qué los estudiantes de un aula aprenden más o menos que los estudiantes de otra. El clima emocional del aula está compuesto por diferentes variables, entre ellas: el tipo de vínculo entre docente y los estudiantes, el tipo de vínculo entre los estudiantes y el clima que emerge de esta doble vinculación.
Pero el mayor desafío de todo educador es sostener el interés de clase y la motivación puesta en el aprendizaje, la clave no está en fomentar las emociones en el aula, sino en enseñar con emoción.
Para lograrlo debemos pensar en un ambiente libre de amenazas, seguro, cerebro-compatible para que, de esta forma, el estudiante pueda enfrentar los desafíos propuestos.
¿Cuál es el mejor ambiente para enseñar?
Hay diferentes tipos de entornos que pueden, o no, colaborar en el desarrollo del potencial de los estudiantes. Para ello, no solo se tienen en cuenta los elementos materiales que en él se encuentren, sino que la postura del maestro es fundamental.
El gran desafío de todo docente es, por lo tanto, crear un entorno resonante, o sea, un ambiente positivo, seguro, una atmósfera en la cual cada miembro del grupo pueda desarrollar su máximo potencial, tanto cognitivo intelectual como cognitivo emocional.
Algunos elementos de un entorno físico resonante serían:
ILUMINACIÓN: Es importante contar con buena iluminación o luz natural
VENTILACIÓN Y TEMPERATURA ADECUADAS: La saturación del ambiente o las temperaturas extremas provocan mal estar y poca concentración en las actividades.
AGUA DISPONIBLE: el cerebro necesita estar hidratado para funcionar eficazmente.
MÚSICA: podemos usarla de acuerdo al propósito que tengamos. Puede ser para relajarnos, para motivarlos, para cerrar una actividad o para comenzarla.
AROMAS: Existen aromas que mejoran la rapidez y exactitud de pensamiento y logran aumentar los niveles de concentración.
MENSAJES AFIRMATIVOS: Que no es lo mismo que un mensaje inspirador. Los mensajes deben resaltar aquello en lo que el estudiante se destaca.
El proceso de enseñanza-aprendizaje, como todo proceso, es complejo y solo se logra si ambas partes (docentes y estudiantes) son actores activos y emocionalmente alfabetizados.
Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía”_ John Ruskin (1819-1900)