Muchos se quedan con la imagen, con el envase de las personas, con lo aparente.
¿Cuánto de esa apariencia es real? ¿Cuánto de lo verdadero no podemos ver?
Vivimos en un mundo de estereotipos a seguir con poca sensibilidad y muchas máscaras. Es difícil mirar más allá́ y poder encontrar la verdadera esencia, lo que hace brillar el alma, lo que nos hace únicos e inolvidables.
Promover un mundo con menos apariencia y más contenido, menos palabras y más acción, parece ser una tarea complicada. Pero si nos dejamos llevar por el corazón la vida es más simple, más natural, sólo nos propone la aventura de animarnos a SER! Sin rótulos, más livianos.
¿Sabes de qué te hablo? De la posibilidad de disfrutar cada día de lo que tenemos, con gratitud y con la certeza de poder continuar creciendo y desarrollándonos sin importar la edad, el físico o las presiones del entorno.
Somos el resultado de nuestro esfuerzo y constancia, por lo tanto, la felicidad es el camino y no el objetivo. Llegaremos a ser todo lo que nos proponemos, siempre que seamos capaces de abrazar los obstáculos para aprender y continuar sin juicios.
No es fácil, lo sé, pero te aseguro que una vez que comprendes que el valor real de la vida no está en la apariencia sino en la esencia, la felicidad es el resultado inevitable.