Podemos pensar que no nos importa lo que vestimos, que nos da igual y que no hace la diferencia. Podemos engañarnos creyendo que la ropa es solo eso, que su única funcionalidad es evitar que se nos acuse de exhibicionismo y protegernos del clima. Sin embargo, no hace falta profundizar mucho para encontrarse con la dimensión lingüística de la indumentaria. Desde las prendas militares intervenidas por los hippies y los punks, enviando un claro mensaje, hasta el color de pañuelo que elijas llevar en nuestros días.
Si analizamos la moda en el pasado siglo XX podremos ver como cada situación económica, sociocultural o revolución de pensamiento, tiene un paralelismo indumentario que acompaña con una estética determinada, colores, morfologías y combinaciones. Un vistazo a una foto de cualquier década nos sitúa en un momento histórico donde las prendas nos cuentan qué era lo importante, qué estaba pasando y qué ideas dominaban el escenario del momento.
Como sistema de signos, vestidos y adornos se remontan en el tiempo y acompañan a los primeros lenguajes. Un sistema no verbal, pleno de significado que nos brinda información de manera inmediata sobre aquel con quien estoy interactuando. Si acordamos sobre una posible lectura idiomática del vestir, descubrimos que una de las posibilidades es, desarrollar aquí nuestro propio vocabulario. Conocer los recursos que nos brinda el “saber vestir” se transforma en una ventaja. La indumentaria tiene un mensaje, vestir, insisto siempre, es comunicar. Y cuanta más conciencia tengamos de las palabras que utilizamos, más control tendremos del mensaje que estamos dando.