En nuestro rico historial de recuerdos y homenajes, muchas fechas pasan desapercibidas para la mayoría, salvo para aquellos íntimamente ligados a los acontecimientos. Por ejemplo, cuantas personas recuerdan que los 14 de marzo de cada año se conmemora “El día de las escuelas de frontera”, a partir de la promulgación de la ley Nº 19.524 sancionada en el año 1972. En épocas de la lucha contra los pueblos originarios, mal llamados “indios”, cuyos malones asolaban gran parte del país revelados violentamente contra la usurpación de sus tierras y costumbres, se crearon por parte del gobierno los denominados “fortines”, que eran cuarteles militares extendidos en una línea para evitar las invasiones a territorios ya conquistados, a los que se denominó “Comandancias de frontera”.
A medida que se fueron ganando esos territorios, se poblaron de personas “invitadas” a explotar las tierras “robadas” a los indígenas y entregadas a terratenientes que engrosaron así su patrimonio personal. Con el paso del tiempo, debido a las distancias que separaban de los centros educacionales a los hijos de puesteros y peones, se hizo necesario poner en funcionamiento establecimientos educativos rurales, así nacieron “Las escuelas de frontera”. La Real Academia Española reconoce la palabra “frontera” no solo como límite o división territorial de dos Estados, sino lo coincidente con un accidente geográfico (ríos, montañas, llanos etc.), es decir lo rural. El espíritu de la ley 19.524 es “proteger y desarrollar las escuelas en zonas y áreas de fronteras, ya que ningún argentino debe dejar de asistir a clase, por más alejado e inhóspito sea el lugar donde habite”.
Estos establecimientos sufren de todas las carencias imaginables, desde la parte edilicia, la soledad, las distancias, las inclemencias del tiempo, los caminos intransitables y sobre todo de materiales didácticos que en muchos casos adquieren los mismos docentes con su peculio personal, que aunque injusta, es la voz de su vocación que los llama a cumplir la misión más allá de los medios. Generalmente concurren niños de bajos recursos que a pie, a caballo, en bicicletas, en carros o en botes para cruzar caudalosos ríos, recorren largas distancias para llegar a la escuela. En la mayoría de los casos tienen un solo docente para todas las materias y los grados, los cuales suelen vivir toda la semana en la misma escuela lejos de sus seres queridos o bien recorren tanta distancia como sus alumnos, padeciendo iguales penurias.
En muchas de estas escuelas se cumplen horarios extendidos, es decir de 8 a 16 horas, por lo que se les provee las comidas principales del día. No sólo aprenden las materias básicas de la educación asignada, sino que aprenden a labrar la tierra, a crear huertas, criar animales para su propia subsistencia. Nuestras “Escuelas de frontera” son rincones olvidados de la Patria, salvo por los que las necesitan y utilizan. Este 14 de marzo las recordemos aunque sea en nuestros corazones, una manera de rendir homenaje a estos héroes de la educación Argentina.